24 grandes novelas del siglo XX (#150)
Veinticuatro obras que nos señalaron el camino a la alta literatura.
Había pensado titular este boletín como 24 novelas clave del siglo XX, pero tal vez sea algo exagerado de mi parte hacerlo. Lo que sí son es veinticuatro obras extraordinarias de la literatura del siglo pasado que resultaron fundamentales, claves en mi formación como lector, las que hicieron que me enamorara de la lectura y quisiera más y mejores obras (no dudo, cuando las revisen, que ese también haya sido su caso). Esta rememoración es la manera que encontré de celebrar las 150 ediciones de este boletín.
En ese sentido, no encontrarán aquí los habituales nombres de siempre y eso tiene una sencilla explicación. No figuran porque se trata de obras y autores catalogados, usualmente muchos de ellas, como literatura popular; es decir, ese tipo de literatura hecha solo para el consumo y pasar el rato, sin ánimo de trascender, pero que supieron hacerle un guiño al destino y erigirse en auténticas obras maestras, en obras clave de la literatura del siglo XX (de ahí el titular). Otra característica común a la mayoría de ellas, lo cual no debe sorprender a nadie, es que se trata de obras popularizadas por el cine y la televisión (son muchos los que conocen el argumento y sus personajes más por haberlos vistos antes que por haberlos leído). Eso no está mal. Lo que sí lo está es quedarse sólo con la peli o la serie y no ir más allá. En mi caso, ocurrió todo lo contario: ver la película o serie provocó en mí el deseo irrefrenable de conocer la historia original de donde procedía semejante historia, drama o personaje y que siempre, indefectiblemente, resultó mejor que lo primero. Una última característica común a todas ellas: difícilmente las encontrarás comentadas o recomendadas por influencers embelesados como están con las novedades del momento, los libros que se leen en un día o los que les vuelan la cabeza. Estas son obras (algunas, verdaderos ladrillos o tochos) imperecederas, partes por siempre de nuestro ADN lector.
Como de costumbre, las obras están ordenadas en orden cronológico. Las portadas son ilustrativas o las que se encuentran en el mercado, ya que las ediciones que leí fueron, en su mayoría, las de la mítica Colección Reno de la igualmente mítica Plaza & Janés.
1. El enigma de las arenas (1903), de Robert Erskine Childers. A partes iguales entre la novela de aventuras y la de espías (hay quienes la consideran la fundadora de este género), es una de las novelas más trepidantes, vertiginosas y lúcidas que se hayan escrito (su autor, con esta obra, casi profetizó el estallido de la Primera Guerra Mundial). Y si a eso le sumamos el destino trágico de su autor, el interés en esta maravillosa novela no decaerá jamás.
2. Las confesiones de un pequeño filósofo (1904), de Azorín. La belleza, la extraordinaria prosa y la difícil sencillez de este hermoso y pequeño libro son imperecederos. La novela es, en esencia, lo que conocemos como Bildungsroman (novelas de formación o novelas de aprendizaje), un relato íntimo y emotivo de la transición a la adultez como pocas veces se ha escrito.
3. El profesor Unrat (1905), de Heinrich Mann. Novela a la que llegué luego de ver la famosa película de 1930 El ángel azul. La leí con quince o dieciséis años y el impacto fue tremendo, no tanto por ese descenso a los infiernos del atildado y severo profesor sino por la degradación a la que puede llegar alguien que cae rendido de amor. Un novelón.
4. El árbol de la ciencia (1911), de Pío Baroja. Baroja, hoy casi ignorado por una generación de lectores que lee bagatelas, fue un escritor completo, uno que hacía cuestionar al lector sus más arraigadas convicciones y a quien Hemingway consideraba su maestro. Esta obra, por la que él sentía especial aprecio, tiene la virtud de condensar en sus páginas las inquietudes y complejidad de la época en que se escribió, es profundamente reflexiva y un guiño a autores y libros que el autor admiraba.
5. El gran Meaulnes (1913), de Alain-Fournier. Tiene esta obra un halo de novela romántica, de novela de aprendizaje (Bildungsroman), de novela filosófica, característica que hace de ella una obra inolvidable. La historia de amor frustrado que cuenta apenas si es un pretexto para adentrarnos en la parte más pura del alma de una época que acabó hecha trizas en las trincheras de la Primera Guerra Mundial, como acabó el propio autor en Verdún con apenas 28 años y una única novela que le ha sobrevivido y le sobrevivirá otros cien años más. Un auténtico clásico del siglo XX.
6. Niebla (1914), de Miguel de Unamuno. La novela más hermosa de todas las que escribió Don Miguel, y la más original también, con una variedad de recursos expresivos y narrativos que la catapultan a una modernidad que se adelanto en décadas a otros autores y escritores (en ella, por ejemplo, experimentó acertadamente con la metanovela). Y es, además, la más filosófica de sus novelas sin que ello entrañe algún tipo de dificultad su lectura. Por el contrario, es un genuino gozo y placer recorrer sus páginas.
7. El Diablo en el cuerpo (1923), de Raymond Radiguet. Novela de aprendizaje también y un novelón. Esta tortuosa historia de un amor prohibido es una novela tan apasionante como inquietante. Uno nunca olvida lo que ha leído en sus páginas.
8. Horizontes perdidos (1933), de James Hilton. El éxito de esta novela en su momento fue tal que el nombre del lugar imaginario, Shangri-La, donde se ubica el monasterio protagonista de esta obra es hoy sinónimo de un lugar mágico e imposible, donde la infelicidad o la vejez no existen. Un libro que te deja muchas enseñanzas. A Hilton también le debemos otro gran título que alimentó nuestras lecturas juveniles: ¡Adiós, Mister Chips! (1934), la historia de un profesor tan embebido de su misión y dedicado a ella que su historia personal es la historia de la institución donde enseña y la de los alumnos que han pasado por ella. Un libro hermoso y un homenaje a la profesión de profesor.
9. Así se templó el acero (1935), de Nikolái Alekséievich Ostrovski. Si esta relación de novelas no siguiera un orden estrictamente cronológico, lo más probable es que esta ocuparía el primer lugar de mis preferencias. La descubrí apenas ingresé a la universidad y la leí varias veces a lo largo de mis años universitarios. No la he vuelto a leer desde entonces, enamorado como estoy de su recuerdo y de todos los mensajes que sus inmortales páginas nos transmiten sobre el sentido del deber, el heroísmo, el valor, el compañerismo. En apariencia puede verse como una obra de propaganda soviética, pero Así se templó el acero es mucho más que eso. Es una obra inmortal.
10. El bosque de la noche (1936), de Djuna Barnes. Obra maestra absoluta, y que pese a ello ha sufrido de censura y recortes. El trasfondo de ella, los amores lésbicos de las protagonistas apenas son parte del cóctel de emociones y sentimientos que hoy llamaríamos tóxicos impregnan toda la obra. Como dije, una obra maestra absoluta.
11. Lo que el viento se llevó (1936), de Margaret Mitchell. La gran novela de Estados Unidos y un hito fundacional en la larga tradición de novelas sobre la guerra civil estadounidense. Esta, que abarca el periodo prebélico y se extiende por décadas, no decae en ningún momento y uno agota sus páginas de un tirón. Hoy se le critica mucho la idealización del mundo esclavista sureño que reconstruyen sus páginas, pero también es una reconstrucción magnífica de los grandes conflictos humanos que la guerra y los amores no correspondidos producen. Como dije, se lee de un tirón.
12. Rebeca (1938), de Daphne Du Maurier. Un texto clásico y tan inolvidable como el personaje del título. Una obra sabiamente trabajada de modo que envuelve al lector en el misterio de “una mujer inolvidable”. Tiene algo de Jane Eyre, pero solo algo. Rebeca es Rebeca.
13. Las llaves del reino (1941), de A. J. Cronin. Hermosa, sencillamente una historia hermosa. Cronin, muy leído y popular en su tiempo, ha caído casi en el olvido en estas épocas vertiginosas y de cultura de la cancelación. Sus novelas, muy populares cuando se publicaron, exploran todas las virtudes y defectos del alma humana, y construye con ellas historias de redención, expiación, caída en el pecado y salvación. Esta novela, tal vez la mejor de todas las que escribió, o en todo caso la más entrañable, es la historia de un sacerdote católico misionero en China que resulta sumamente aleccionadora y de vez en cuando ojeo sus páginas cuando mi fe en la humanidad decae un poco más. Por cierto, su otra gran novela, La ciudadela (1937), al igual que Las llaves del reino, fue llevada también al cine, pero no consiguió opacar el éxito y popularidad de esta bellísima novela.
14. El mundo es ancho y ajeno (1941), de Ciro Alegría. La gran épica nacional. Nuestra novela nacional por antonomasia. La historia de El mundo es ancho y ajeno es la historia de un despojo y la lucha de los campesinos por evitarlo. Y con lucha me refiero exactamente a eso, a luchas, combates, una pelea desigual y aterradora que uno cierra las páginas del libro con el corazón estrujado y lágrimas de rabia en los ojos. Otro novelón.
15. La noche quedó atrás (1941), de Jan Valtin. El segundo lugar de mis preferencias y el que encabezará siempre mi lista de mejores novelas políticas del siglo XX. Se puede leer también como un libro de historia narrativa de los acontecimientos que el protagonista vivió desde la primera fila. O como un thriller trepidante. O, como decíamos, la gran novela política que es. No importa como la lea, lo importantes es que lo haga.
16. Bella del señor (1968), de Albert Cohen. Nunca antes una historia de amor fue tan perturbadora y atrapante como esta. Y con el marco de una Europa prebélica y antisemita le confiere aún más un dramatismo que no da tregua al lector. Una obra que no se olvida con facilidad.
17. El fragor del día (1948), de Elizabeth Bowen. Un novelón. Otra obra maestra absoluta, y una de las cinco mejores novelas sobre la Segunda Guerra Mundial que existen. No le falta nada: traiciones, amores, espías, un Londres asediado por las bombas y una misión imposible de cumplir. Otro librazo.
18. La hora 25 (1949), de C. Virgil Gheorghiu. Con todo lo espantosa que es la historia de la Segunda Guerra Mundial, hay que decir que ha tenido la virtud de producir grandes novelas, joyas de la literatura en todos los idiomas. La Hora 25 es una de ellas, tal vez la mejor de todas. La historia que cuenta está hecha de los mismos elementos de toda guerra: abusos, destierros, violaciones, genocidio, absurdos e injusticias. Johann Moritz, su protagonista, y su esposa Suzanna, son dos de los grandes personajes inolvidables que ha dado la literatura del siglo XX.
19. Trampa 22 / Catch 22 (1961), de Joseph Heller. Aunque la ubicaría en el tercer lugar de mis preferencias de esta lista, la novela de Joseph Heller es el libro que todo joven debe leer en algún momento de su vida mientras lo es todavía. No tanto por su innegable carácter antibelicista sino por su inigualable retrato de la locura de la guerra, de lo estúpido de la lógica militar y la denuncia del desprecio por la vida que algunos llaman patriotismo. ¡Imperdible!
20. El palacio de hielo (1963), de Tarjei Vesaas. Este libro, considerado un clásico de las letras escandinavas, es en realidad un clásico de la literatura juvenil mundial. La hermosa historia de amistad entre dos niñas que narra y su trágico desenlace es un canto, un poema la memoria.
21. Pequeño Gran Hombre (1964), de Thomas Berger. No creo que exista en el planeta una sola persona que no haya disfrutado alguna vez un buen western. Yo, que disfruté decenas de ellos, le debo a este gran libro, a este maravilloso libro el poder no solo disfrutarlos sin entender la lógica, sentido y sentimiento de las historias y dramas que cuentan y viven sus personajes. Es, además, una novela histórica en todo sentido sobre la conquista del Oeste como no se ha escrito otra, lo que le confiere a su relato un valor todavía mayor. Un libro precioso.
22. Papillon (1969), de Henri Charrière. Papillon es más que un drama carcelario de los muchos que existen. Es una de las historias de ruindad y sobrevivencia mejor contadas de todos los tiempos. Una historia narrada con tal habilidad y maestría que una vez que coges el libro no puedes soltarlo.
23. No me apuntes con eso (1972), de Kyril Bonfiglioli. Leí con placer esta novela hace muchísimos años, y la recordé tras el estreno de su versión cinematográfica con un Johnny Depp insuperable (¡la reencarnación misma de Mordecai!). Ingenuo y ufano, recuerdo que pensé: ¡alguien lee lo mismo que yo en Hollywood! Es una novela divertidísima (la primera de cuatro, la última sin acabar por la muerte de su autor), cínica e irreverente. Un lujo leerla.
24. Un buen partido (1993), de Vikram Seth. Me tomó varios meses concluir la lectura de esta voluminosa novela, pero no por su abultado número de páginas (supera las más de 1300) sino porque uno disfruta cada página de ella y vuelve a leerla o se regodea en los detalles de los cientos de personajes que la pueblan antes de pasar al capítulo siguiente. ¿En qué reside ese encantamiento? Pues en el hecho de que se trata de una extraordinaria novela, magníficamente escrita y que es, a su vez, un tratado antropológico, cultural y social de la India y de todos sus estamentos y clases sociales. Un librazo en todos los sentidos de los que es posible expresar con esa palabra.
¡Qué tengan buenas lecturas!
Felicitaciones Jorge por los 150!! Aquí seguimos tus lectores fieles animándote y agradeciendote por la constancia y por abrirnos en cada boletín a nuevas grandes lecturas, visiones del mundo y experiencias. Un abrazo
Excelente selección!!! Queremos otras 24!