"Campesinado y nación", cuarenta años después (#004)
Cuando en 1979 Nelson Manrique sustentó su tesis en la Escuela de Posgrado de Ciencias Sociales de la PUCP, con el título de “Campesinado y nación: la sierra central del Perú durante la Guerra del Pacífico”, el vendaval de publicaciones y debates que producía la conmemoración del centenario de la guerra era enorme. Pero era aquella una bibliografía patriótica (cuando no patriotera) y exultante, como se esperaba para una ocasión como esa. De todos los títulos publicados en aquellos años ninguno tuvo el impacto y la originalidad que el que tuvo Campesinado y nación. Las guerrillas indígenas en la Guerra con Chile, cuando Manrique, dos años después, en 1981, la publicó como libro con ese título definitivo. Han pasado poco más de 40 años, para que ahora su autor la publique nuevamente bajo el sello editorial de Taurus. Así que, lo crean o no, se trata de un acontecimiento editorial. Uno de verdad.
Me gustaría decir algo más sobre esta nueva edición, pero la editorial no ha proporcionado mayores noticias sobre ella (si ha sido puesta al día, si solo es una reedición o reimpresión, si cuenta o no con un aparato documental nuevo que la actualice, en fin), apenas si sabemos que se presentará el viernes 1 de julio en la librería El Virrey. Así, me limitaré a señalar brevemente dos aspectos importantes del libro que siempre me han parecido fundamentales sobre él mientras llega el día de su presentación.
El primero es el de su tema. Como saben quienes lo han leído y han seguido el desarrollo de nuestra historiografía, el libro aborda el problema de la conciencia nacional en la población indígena durante el conflicto, problema sobre el cual había dos corrientes bien diferenciadas al respecto: aquella, representada por Heraclio Bonilla y Henry Favre, que negaba la existencia de una conciencia nacional en esta como consecuencia de las profundas diferencias sociales y tensiones étnicas en la sociedad peruana que impidieron cristalizara una unidad, una conciencia nacionalista, lo que finalmente propicio nuestra derrota; y la otra, representada por Nelson Manrique y Florencia Mallón que sostenían lo contrario, la existencia de un “nacionalismo campesino”, el cual se formó a partir del enfrentamiento contra el invasor extranjero en alianza con los terratenientes peruanos, que devino en un conflicto ya más directo contra los terratenientes colaboracionistas con el invasor (en el libro, Manrique establece una cronología o etapas de esta toma de conciencia campesina contra el invasor y contra el grupo terrateniente prochileno). Es en este orden de cosas que el libro de Manrique se inscribe en lo que se ha dado en calificar la historia “desde abajo”, la de los llamados grupos subalternos y que constituye el otro aspecto al que quería referirme.
Cuando en 1981 se publica el libro de Manrique, están en pleno auge los estudios subalternos, pero no cristalizarán hasta 1982, un año después, cuando el grupo de investigadores que los impulsa cree una revista con ese nombre y congregue en torno a ella a investigadores y estudios poscolonialistas. Más aún, recién en 1989, ocho años después de Campesinado y nación…”, se publicará El imperio responde: teoría y práctica en la literatura poscolonial, la publicación colectiva más representativa y sólida del Grupo de Estudios Subalternos, su partida de nacimiento como tal. Luego de esta fecha, la bibliografía será ingente. Así que, de Nelson Manrique y Campesinado y nación se puede decir lo mismo que, en el campo del periodismo, se dice de Rodolfo Walsh y su magnífica Operación masacre, de 1957: que antecedieron largamente a los estudios o géneros que luego a otros han atribuido como primeros (como saben, para muchos la fecha de nacimiento de la novela de no ficción corresponde a 1966, año de la publicación de A sangre fría, la celebérrima novela de Truman Capote). Y en esto radica el otro gran mérito del libro: su carácter eminentemente pionero. Por eso la enorme importancia de su reedición.
Desde entonces han transcurrido 40 años. Lo que en buena cuenta significa que es una nueva generación de lectores la que descubrirá el 1 de julio este libro fundacional en la historia de nuestra historiografía. ¡Enhorabuena!