¿Cuál es su método de lectura? No es la primera vez que me lo preguntan. Y cada vez que respondo, ofrezco una respuesta distinta según el estado de ánimo en que me encuentre, el libro que esté leyendo o, simplemente, lo primero que se me viene a la cabeza. Después de todo, leer es como hacer el amor: el grado de disfrute o satisfacción está íntimamente relacionado con quién lo haces, el lugar y el momento. Con los libros ocurre exactamente lo mismo. Yo, por ejemplo, cada vez que leo o releo a Thomas Mann o Dostoievski siento que mi vida está indisolublemente más unida a sus libros y que no hay manera de poder soportar la existencia misma sin su permanente compañía. Casi lo mismo que sentimos por nuestras novias o esposas. En cambio, cuando tengo que repasar algunos textos para preparar una clase, seleccionar las lecturas obligatorias del semestre o incluso comentar los libros que me obsequian, la pereza me gana, el aburrimiento me domina y no me faltan excusas para zafar cuerpo y correr a buscar el placer que te produce una buena novela. Y aquí, alguien atento podrá objetar que eso responde el porqué, mas no el cómo, que estoy tratando de esquivar elegantemente la pregunta, y no le faltará razón.
Y es que por alguna razón existe una gran confusión sobre lo que escribo en este instante con lo que he leído recientemente o hace tiempo. El tener un boletín de novedades literarias o de comentarios de libros, o estar siempre hablando de ellos, ha hecho creer que de lo que hablo o escribo lo acabo de leer. Pero lo cierto es que llevo medio siglo de lecturas a cuestas que voy descargando poco a poco en este sitio. Ese es uno de los grandes misterios de mi vida: no poder recordar lo que desayuné hoy o, incluso, si lo hice, y poder sí, citar hasta el mínimo detalle o frase, de un cuento o una novela leídos ayer, hace un mes o hace diez o treinta años.
Pero yendo al meollo de la pregunta, al deseo omnívoro que la anima, se trata de una cuya respuesta, si he de ser sincero, no tiene nada de romántica, idílica o técnica, y sí mucho de vergonzosa. ¿Cómo hago para leer tantos libros? Pues, es muy sencillo: tengo el trabajo atrasado, ideo pretextos para no asumir nuevas tareas u obligaciones, le miento descaradamente a mi mujer para no ayudarla en las tareas de la casa, me invento enfermedades, me declaro viejo para no hacer esto o achacoso para aquello, y lo que resulta más condenable: dejo de compartir tiempo con los amigos, la familia y hasta con mi propio hijo por enfrascarme en la lectura de un nuevo libro. Y como si esto no fuera ya bastante condenable, tengo la tarjeta de crédito sobregirada, le debo a medio mundo y mis libreros más cercanos me siguen fiando porque es la única manera que tienen de asegurarse de que vuelva y no desaparezca. Más que admiración, lo que mi conducta (o mi método para leer tanto) debería causar es repulsa, condena, reprobación.
Podría alegar que no todo es culpa mía, que Kafka es el gran culpable, Borges el irresponsable que me metió en todo esto y Zweig el jefe de la banda, pero sería una descarada mentira. La verdad es que estoy ¡podrido de literatura! Esa es la única verdad. Así que ya saben, no existe un método o secreto para leer muchos libros, solo una actitud, una decidida y firme actitud para hacerlo. ¡Actitud! ¡Actitud! ¡Actitud! Y el descarado e irrrefrenable deseo de querer leerlo todo, contra todos y pese a todo. Lo demás, es eso, precisamente: lo demás.
¡Que tengan buenas lecturas!
Envidia sana!!!! Yo siento que no tengo el tiempo que querría para hacerlo.
Gracias por tu sinceridad. A veces, nos sentimos igual. Me ocurre con mi trabajo, puedo olvidar cosas importantes de la vida, pero una vez que leo un guion recuerdo el texto exacto, más o menos la página; así lo haya leído hace meses. Incluso recuerdo el guion mejor que el autor, pero mi memoria, en general, es fatal.