Hace uno o dos años, comentando la muy recomendable Historia de la Unión Soviética. De la revolución bolchevique a Gorbachov, alguien con escasísima comprensión lectora asumió que con esa 'muy recomendable' estaba «avalando los crímenes de un estado totalitario».
Y en enero de este año, con ocasión del centenario de la muerte de Lenin (que medios de todo el mundo recordaron y suplementos culturales le dedicaron ediciones especiales), publiqué una recomendación de diez libros sobre el creador de la 'dictadura del proletariado'. Hubo alguien que, en los comentarios, preguntó si era «necesario recordar a ese criminal». Un breve comentario en Twitter sobre la magnífica biografía de Lenín de Hélène Carrère d’Encausse ha provocado una serie de reacciones que me ha recordado a estos dos y obligado a cerrarlos.
En el primer caso, con sinceridad (con brutal sinceridad), es lo más idiota que alguien alguna haya vez comentado aquí o en cualquier otra parte. Resulta obvio (hasta aclararlo ofende la inteligencia de todos) que lo que se está pondernado son las cualidades de un libro y un autor, su contenido, en modo alguno los actos de quien o de que trata el libro. Más aún, quien haya leído el libro de Taibo y conoce su trayectoria académica e intelectual sabe de sobra que lo último que podemos decir de este señor es que sea un defensor de la desaparecida URSS y sus crímenes. Y en el segundo caso, hay que enseñar que, precisamente, la historia sirve para eso, ese es su finalidad: recordar para no olvidar, conocer para no repetir.
Hay quienes creen, están convencidos, que hablar, pensar o escribir sobre un determinado tema o asunto debería estar prohibido, que debemos hablar, pensar o escribir exclusivamente sobre lo que a ellos les interesa o lo que ellos consideran es lo único que merece atención. Es lo que se suele llamar 'pensamiento único'. Hay una arremetida cultural en este sentido. Una tan grande y tan fuerte que ha contagiado al resto, a una inmensa mayoría que cree ver en la simple historia de un Estado totalitario o en la biografía de su creador la amenaza de su retorno, el fantasma de su influencia, sin percatarse de que ese comportamiento, la dictadura del partido o facción, la imposición del pensamiento único y la condena de los disidentes, de los que piensan distinto, fue lo que lo caracterizo.
Por supuesto, aquí nos revelamos contra eso. Contra la idiotez y la dictadura del pensamiento único (que a fin de cuentas viene a ser lo mismo). Aquí hablamos de libros, de todos los libros. Y tienen cabida tanto los que hablan a favor o en contra de cualquiera de ellos, pero cuando lo hacen con argumentos, con ideas, con respeto, no con prejuicios o consignas de cualquier tipo.
Porque aquí hacemos periodismo, periodismo cultural. No política o 'adoctrinamiento comunista'.
Así de simple.
¡Qué tengan buenas lecturas!