Cuentos completos. La palabra del mudo (#109)
Va a tener que pasar mucho o algo trascendental para que otra edición pueda superar o le robe a esta la condición de definitiva.
En el ensayo de presentación a la recopilación de sus textos periodísticos que en vida del propio Alberto Flores Galindo publicó el poeta Antonio Cisneros, refiriéndose a los cambios que sacudieron a la sociedad peruana en la segunda mitad del siglo XX, el historiador cita un cuento de Ribeyro de un modo que no deja indemne a nadie: «Julio Ramón Ribeyro condensaba el mundo andino en la mirada cargada de odio impotente de un abigeo preso: “Era un ojo irritado y terrible que me llenó de estupor, porque me pareció que por él miraba, no una persona, sino una multitud de gente desesperada”. Pero esa multitud rompería el encierro».
Es, como dije, una cita estremecedora tanto por el acierto del escritor por anticiparse al vendaval de odio, muerte y e insania que sacudiría al país décadas después como por el propio acierto de Flores Galindo para elegir esa cita, precisamente, y resumir en una frase todo lo que sucedió después, la interpretación que podemos hacer de lo ocurrido. Autor y lector leyendo un país, una sociedad, compenetrados como uno solo. Es, en esencia, lo que todos sentimos o pensamos cuando leemos a Ribeyro, al que cierta crítica miope o corta de horizontes a veces ha querido encasillar, exclusivamente, como un autor limeño escribiendo sobre la sociedad capitalina, con no por acertadas escasas incursiones en el mundo andino o rural (Silvio en El Rosedal). Pero esa es una visión equivocada de La palabra del mudo (Alfaguara). El Perú entero y su gente están contenidos en los 95 relatos de este libro. Solo hay que saber, como lo hizo en su momento Flores Galindo, leer sus páginas.
Ribeyro es uno de los pocos autores, me percato, sobre los que he escrito escasamente, casi nada, y sin embargo he leído todo lo que escribió. Cuando me pregunto por qué, intuyo que se debe (dejando de lado la crítica especializada) a que otros han dedicado décadas a leerlo y a estudiarlo (como mi amigo Jorge Coaguila, que se ha erigido en la persona que más sabe sobre JRR) con lupa y microscopio como yo lo he hecho con Mann o Azorín, por ejemplo, de modo que ellos tienen cosas más relevantes que decir. Lo prueba el prólogo de Juan Gabriel Vázquez, el autor de la multipremiada El ruido de las cosas al caer (Alfaguara), del que no puedo evitar citar un fragmento que pone de manifiesto la impresión que deja Ribeyro en los que lo leen: «En un tiempo en que la literatura latinoamericana se lanzaba a contar de nuevo la gran historia del continente —pensemos en Cien años de soledad, El Siglo de las Luces o Terra nostra—, Ribeyro dejó que el gran angular lo manejaran otros, y tomó el microscopio para fijarse con fascinación y cariño en los pequeños momentos de las vidas pequeñas». Entre esta afirmación y la lectura que de él hace Flores Galindo, se encuentra el valor y sentido, la permanente actualidad de estos cuentos.
En algo más acierta Vásquez: en la lectura contrapuntística que hace de La palabra del mudo. Ahora que contamos con esta magnífica edición, donde cada cuento esta datado, si deseamos auscultar la historia íntima de algunos de ellos, hay que recurrir al diario personal del autor, La tentación del fracaso, donde podemos encontrar lo que pensaba o sentía mientras escribía algunas de sus piezas maestras. Desde esta perspectiva, la lectura de los 95 relatos seleccionados (propuestos y ordenados por Coaguila) es una completamente nueva.
Esta edición que ha hecho Alfaguara de los relatos de Ribeyro en su deliciosa colección Cuentos completos solo cabe de considerar, de calificar de definitiva. Va a tener que pasar mucho o algo trascendental para que otra edición pueda superar o le robe a ésta esa condición. Y por eso mismo la alegría de sumarla a mi biblioteca es la de libro nuevo, en toda la extensión de lo que esas dos palabras puedan significar.
¡Qué tengan buenas lecturas!