Diez novelas de don Benito Pérez Galdós (#129)
Fue el mejor novelista español y representante de la novela naturalista del siglo XIX.
A propósito de un tuit sobre Azorín y los comentarios que suscitó éste, me gustaría referirme ahora a otro autor que empecé a leer en mi juventud, afortunadamente desde muy temprano de modo que gran parte de mi formación como lector se la debo a él: a don Benito Pérez Galdós. Junto con Tolstói y Thomas Mann constituyen la tríada de autores que siempre releo, recomiendo y estoy convencido que sin ellos hoy no sería el lector que soy. Por ese motivo, comparto con ustedes esta lista de diez novelas de Pérez Galdós que se encuentran entre lo mejor de su producción novelística. Por supuesto, su obra es tan inmensa como prolífica, pero estos diez títulos son, creo, fundamentales para conocer y aquilatar la dimensión de esa grandeza.
Una atingencia antes de empezar. Salvo Trafalgar, los Episodios Nacionales casi están ausentes aquí por una sencilla razón: porque merecen su propio boletín. Otra sería la de que, en esta ocasión, no sigue el orden cronológico en que suelo presentar las obras: esta vez están ordenadas en estricto orden de preferencia.
Trafalgar (1873). Primera entrega de sus Episodios Nacionales (que llegaron a sumar 46 novelas en total distribuidas en cinco series), que han leído millones de lectores desde su aparición. Y no es para menos: es la más lograda, natural y emocionante de todas. Galdós logra con maestría e ingenio situar a Gabriel (el protagonista de las diez novelas de esta primera serie), en el centro de los principales acontecimientos históricos de los que es testigo y/o narrador involuntario (que en este caso corresponden a los años de la guerra de Independencia). De este modo, la historia de Gabriel es la historia de España, confiriéndole a un simple hombre del pueblo un protagonismo inusual que ha hecho de esta novela y de todas las de los Episodios Nacionales el gran éxito literario de público y crítica que son desde la época en que fueron publicadas. Yo aún me conmuevo, cada vez que lo releo, al final de su capítulo XV, la confesión de Mediohombre. Una de las páginas más bellas por lograda de las escritas por don Benito.
Doña Perfecta (1876). Una auténtica obra maestra, la primera de las que escribió. Hay quienes la desmerecen y hasta odian por su innegable anticlericalismo, pero es un juicio tan equivocado como injusto porque Pérez Galdós no ataca a Dios o a una religión sino a sus representantes que se atribuyen juicios y acciones en su nombre. Peor aún, el blanco de sus críticas nada disimuladas es ese espíritu y mentalidades anticuados y ultraconservadores que tanto odiaba Galdós y que denostó en sus obras. Nunca con tanta maestría como la que logra en esta extraordinaria novela.
Marianela (1878). La historia de la humilde Nela es la más hermosa, tierna y trágica de todas. Su infeliz destino es el permanente recuerdo de que la felicidad es, a veces, solo una ilusión y de que cuando esta se desvanece hay quienes no soportan despertar a la realidad, siempre tan injusta como dura, cruel. Pero más aún, Marianela excede el marco de una bonita y trágica historia de amor para convertirse, a mi juicio y quien quiera verlo, en una historia, una reflexión sobre la influencia del avance científico en nuestras vidas; de cómo mientras transcurren estás, el mundo idílico que creemos habitar, viene siendo socavado y destruido por la actividad comercial del hombre (en este caso, la minería); y, esencialmente, como en un famoso cuadro, que hasta en los mundos perfectos y de fantasía, la tristeza y la tragedia sientan sus reales.
Fortunata y Jacinta (1887). La obra más extensa, compleja, completa y lograda de todas en cuanto a la construcción de personajes, caracteres, recreación de escenarios y descripción de cuadros y costumbres de un Madrid decimonónico (en realidad, Madrid es la tercera gran protagonista de la novela). Junto con La Regenta, son las dos grandes novelas españolas del siglo XIX y la mejor de las que escribió Galdós. Los marcados contrastes entre las personalidades de los personajes que la pueblan e interactúan a lo largo de ella es otro de los grandes atractivos de la novela, lo que le confiere una intensidad y un interés grandes a la historia e historias de la novela y que atrapan al lector de la primera a la última página. Definitivamente, una obra maestra con mayúsculas.
Las novelas de Torquemada (1889-1895). Siendo estudiante de Historia, me acerqué a la primera novela de esta tetralogía pensando que se trataba de una novela histórica sobre la Inquisición y el inquisidor más célebre y sádico que ha tenido, Tomás de Torquemada. Pero el Torquemada galdosiano es un ávaro usurero que compite con los más famosos de la literatura, y a los que incluso hace sombra. Las novelas se pueden leer individualmente, pero conviene, por la transformación que sufre el protagonista a lo largo de las cuatro novelas, leerlas en una edición que las reúna todas (aunque es notorio que la primera de la serie es la mejor de todas).
La desheredada (1881). Una obra tan cargada de historia que bien pudo ser uno de sus Episodios Nacionales, o tal vez el mejor de todos por lo bien escrita que está y el retrato/análisis que ofrece de las clases sociales de la España decimonónica. Además, en esta novela aparece un Madrid que en Fortunata y Jacinta aparecerá en todo su esplendor. Una obra maestra sin objeción. Vargas Llosa, refiriéndose a la protagonista, la llama un «Quijote con faldas», lo cual dice mucho de la novela.
Tristana (1892). Otra de las implacables novelas de Pérez Galdós. Tiene a uno de los mejores personajes femeninos (el segundo, en realidad) de la novela española y, con seguridad, el más deprimente o pesimista de todos los que alguna vez el genio de Galdós creó. Y, como escribe Vargas Llosa, una obra que refleja perfectamente la situación de la mujer en la España del siglo XIX (un «tiempo de las cavernas»). Buñuel la adaptó al cine transportando a la pantalla el espíritu de la novela (su anticlericalismo) tan bien que es uno de esos pocos casos en que la película honra al libro que la originó, aunque nunca llega a opacarlo.
Misericordia (1897). Una de las últimas y mejores novelas que escribió el maestro y, por eso mismo, una en la que se percibe su desencanto de la política y la clase alta española, responsable de la pobreza y miseria que él describe con una perfección inigualada en su obra y de la que abomina en cada página o suceso el lector. Es, además, la más dura y cruenta de todas, y en las que la ingratitud e hipocresías son los verdaderos protagonistas.
La familia de León Roch (1878). Uno de los aspectos de la obra de Pérez Galdós que más me atrajo cuando empecé a leerlo fue su declarado anticlericalismo (aspecto que otros deploran). Anticlericalismo que en esta obra queda manifiesto de un modo más que obvio (en Doña Perfecta es tratado con mucha más habilidad), pero no por ello más o menos condenable. La mojigatería absurda, el fanatismo religioso, el intrusismo clerical sirven a Galdós para contar los conflictos que un triángulo amoroso origina y que son el trasunto de otros conflictos aún más grandes.
Miau (1888). El retrato que en esta novela ofrece Pérez Galdós de la España burocrática del siglo XIX es, simplemente, tan despiadado como exacto. Un retrato que es casi un documento histórico y en donde la permanente odisea del protagonista en busca de su reposición (que nunca logra) explica mejor que cualquier texto histórico el engranaje que mueve a la burocracia parasitaria que crece y asciende en función de relaciones y en detrimento de la competente, que es solo vista con desconfianza y burla. Hay quienes la consideran una novela menor del autor, solo un divertimento. Pero se equivocan. Con todos sus defectos, es una de sus grandes novelas.
Conviene, para tener una idea más completa de Pérez Galdós, reparar en otros textos de él. Por ejemplo, poca atención se le ha prestado a La sociedad presente como materia novelable (1897), que fue su discurso de ingreso a la RAE, en el que, en breves páginas, deja expuesto sus ideas sobre el arte de la novela; mejor dicho, sobre el papel de esta en la sociedad.
Al igual que su discurso de ingreso a la Academia, Memorias de un desmemoriado (1915) es un texto clave para entender a Galdós por Galdós mismo. Sin embargo, hay que anotar que es un libro que, por su brevedad, deja al lector con el convencimiento de que don Benito dejó en el tintero muchas confidencias e infidencias de las que fue testigo, protagonista o inspirador.
La bibliografía sobre Galdós es abundantísima y de gran calidad (debe ser, después de Cervantes, el escritor español más estudiado). Yo siempre, sin embargo, recomiendo empezar su estudio con el clásico libro de Hans Hinterhäuser, Los “Episodios Nacionales” de Benito Pérez Galdós, descatalogado desde hace mucho, lamentablemente.
En el sitio web de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes encontramos abundante material sobre Pérez Galdós, desde la colección completa de los Anales Galdosianos hasta el voluminoso número doble que le dedicó la revista Cuadernos Hispanoamericanos (Nros. 250-252), este último, referencia fundamental para su estudio.
De la bibliografía actual (de gran calidad como dije) destaco estas cuatro últimas que están entre lo mejor que en los últimos años se ha publicado sobre el gran escritor canario: el de Yolanda Arencibia (Galdós. Una biografía), el catálogo de la Exposición en la Biblioteca Nacional (Benito Pérez Galdós. La verdad humana), el estudio de María Zambrano (La España de Galdós) y una segunda biografía, la de Francisco Cánovas Sánchez (Benito Pérez Galdós. Vida, obra y compromiso), todos ellos tan interesantes como fundamentales.
Conviene citar aquí el libro que nuestro Nobel le dedicó a don Benito, La mirada quieta (de Pérez Galdós), y que constituye uno de mucho interés, aunque no se trate, con sinceridad, del mejor de sus trabajos críticos. Con todo, como dije, hay que leerlo.
Ediciones de las obras de Galdós, igualmente, existen muchas, afortunadamente muy cuidadas (pienso en las de Alianza Editorial o las de Catedra, magníficas ambas). Sin embargo, merecen mención especial estas de Reino de Cordelia de dos de sus Episodios Nacionales, de su novela más famosa y un estudio sobre su obra. Unas delicias, realmente.
¡Que tengan buenas lecturas!