El amigo Pericles (#138)
Al principio nadie sospechó nada. No cuestionaron las fotografías ni los documentos y tampoco tenían por qué hacerlo. Solo cuando estos empezaron a sucederse uno tras otro comenzaron los problemas. Así fue como todo lo hallado por Pericles llegó a mí. Al examinarlo pensé descubrir el fraude más sensacional de la historia, pero tuve que rendirme ante lo evidente: todo era incuestionablemente auténtico. Lo digo yo con la autoridad que me dan veinte años de trabajo en la sección de Antigüedades de la Biblioteca Nacional. No entendía como alguien tan mediocre e insignificante como él, un simple aficionado a la historia, podía tener tanta buena suerte.