Fernando García de Cortázar (1942-2022) (#013)
El primer libro que leí de don Fernando García de Cortázar (1942-2022) fue su famosísima Breve Historia de España, y desde entonces me aficioné a sus libros (este año se ha publicado la undécima edición de esta obra que ha vendido más de medio millón de ejemplares). Aunque estudié Historia, me he dedicado toda mi vida al periodismo y fue García de Cortázar (mejor dicho, sus libros) quienes me enseñaron cómo escribir un artículo de divulgación histórica para un periódico. Cuando el diario donde trabajaba me encargó el primero de estos textos (las conocidas ‘efemérides’ que publican los suplementos culturales), lo primero que hice fue repasar sus libros para encontrar el lenguaje y el tono adecuados para hacer llegar a un público no especializado temas y asuntos especializados, sin perder rigurosidad, sin concesiones al facilismo. Y en esto, García de Cortázar fue un maestro, un auténtico precursor, el gran artífice de la frase exacta para decir lo necesario o principal con un puñado de palabras. Los más de 70 libros que escribió fueron en esa línea de trabajo. Pero no se crea que lo suyo fue exclusivamente la divulgación histórica, el manual de uso. No, porque él fue un historiador de polentas. Lo que caracteriza su prolífica obra es su enorme erudición, el conocimiento asombroso de la bibliografía referida al tema que trataba y un manejo de fuentes que ponía de manifiesto no solo todo la anterior, sino también la honestidad con la que escribía y trabajaba. Porque García de Cortázar fue un intelectual, un historiador conservador y muy católico, pero en modo alguno dejaba que esta forma de pensar o sentir estropearan, se inmiscuyeran en sus textos.
Por supuesto que sus libros tienen una versión conservadora de la historia (como se espera de quien fue un sacerdote jesuita), como los libros de Hobsbawm son una versión marxista de la historia (como se espera, asimismo, de un militante del Partido Comunista inglés), pero ni uno ni otro escondieron jamás esas posiciones ideológicas. Ambos escribieron desde sus respectivas posiciones con rigurosidad y honestidad, ofreciendo su interpretación de los hechos desde ellas (yo leo y releo la Breve Historia del siglo XX del primero con la misma atención e interés con que leo la Historia del siglo XX del segundo). Lo que prueba que se puede ser conservador, muy conservador y católico, sin necesidad alguna de llegar a ser incoherente, un fanático o un tonto. El tipo de fanatismo o tontería que te lleva a escribir historia desde un militante y trasnochado nacionalismo, añorante de viejas glorias imperiales. El suyo fue, en ese sentido y si cabe, un tipo de nacionalismo ‘cultural’ que nada tiene que ver con el anterior. Fue justamente esta acerada crítica a un nacionalismo agotado y anacrónico (en especial el vasco y el catalán), que le ganó enemigos y caracterizo su pensamiento.
En la imagen que figura al principio de esta nota faltan, precisamente, los dos libros de García de Cortázar a los que más cariño les tengo: su Historia de España desde el arte y Perdedores de la historia de España. El primero es una bellísima declaración de amor a España y su arte e historia. Lo que hace en este libro este eminente historiador fallecido hoy día, es glosar poco más de 600 obras de arte del patrimonio artístico español y, con esas glosas y esas obras de arte, contarnos una historia de España distinta y más íntima. Un libro extraordinario que le valió a su autor el Premio Nacional de Historia el año de su publicación (2008). Y la premisa del segundo es todavía más audaz: nos cuenta esa misma historia de su querida España, pero desde la visión, la experiencia de los derrotados, de los vencidos, los que no llegaron a figurar en los libros de historia. Un libro que a mí, cuando lo leí, me llevó a imaginar uno semejante para contar la historia de nuestros derrotados que, en esencia, es la historia de nuestras propias derrotas como país. Me apena terriblemente saber que ya no volveré a leer un nuevo libro de este autor que me ayudó tanto en mi carrera como periodista. Requiescat in pace, Maestro.