¿Por qué hay que ver (y leer) "La profesora de Historia"? (#229)
A propósito de lo que viene sucediendo en el mundo.
Hace unos minutos terminé de ver la película La profesora de historia (Francia, 2014), de Marie-Castille Mention-Schaar, una de las películas más bellas y humanas que haya visto en los últimos tiempos.
Cada vez que la veo creo con más firmeza que constituye una verdadera prueba del espíritu verla y no salir indemne de la experiencia. La humanidad de la que rebosa no reside en el hecho de que esté basada en una historia real, sino en que logra transformar la vida de quien la ve por primera vez y vuelve a verla innumerables veces más, en el hecho de quedar convencido en el valor del compromiso de uno con los demás. Quien repare tan solo en el didactismo que pretende olvida el hecho de que está construida con el testimonio real de sobrevivientes de la barbarie nazi, de los de jóvenes víctimas del racismo y los prejuicios y de la esperanza de los que creemos en el enorme valor de la enseñanza de la Historia para la vida.
La profesora de Historia tiene escenas memorables, pero ninguna más fuerte, poderosa e inolvidable como aquella en la que aparece León Zyguel, superviviente real de Auschwitz, para ofrecer su testimonio a los jóvenes. Tómense unos minutos para verla con sus alumnos. Su clase de historia no volverá nunca a ser la misma. Usted mismo no volverá a ser el de siempre. Por esa capacidad regenerativa que tiene es que vuelvo a verla de vez en cuando, cada vez que pierdo la fe en la humanidad. Como ahora mismo en que leo tanta estupidez en las redes sociales en contra de los migrantes.
Tiempo atrás, algunos lo recordarán, un seudoperiodista que en cada programa suyo destila odio, racismo, misoginia, homofobia y cuanta tara mental existe, se refirió en términos bastante peyorativos, además de absurdos, a pobladores shipibos instalados precariamente en un distrito de Lima y que en ese momento atravesaban una situación dramática debido a su condición de migrantes, cuestionando su supuesto no derecho a residir en Lima. Fue un comentario tan idiota que no merece ser recordado. Pero a lo que sí estamos obligados es a reflexionar sobre la mentalidad que inspiró ese comentario, el trasfondo de este. Que comentarios como ese sean propalados de manera tan despreocupada por las ondas radiales o por la televisión, en los que se alienta el racismo y la xenofobia, de que se considere ciudadanos de segunda o tercera categoría a otros peruanos con los mismos derechos que el resto, es el indicativo de que, como sociedad, henos tocado fondo. La prueba: el escarnio, la burla de la que hoy son objeto quienes, por una u otra razón, han devenido en migrantes.
Esto no es gratuito sino un reclamo a la consecuencia de quienes despotrican hoy de los migrantes. ¿No fue acaso doña Elvira Roca Barea, abanderada de los grupos conservadores, la que decía, en una conferencia que pueden encontrar fácilmente en YouTube, que los pueblos originarios no existen, que todos los pueblos que hay en el mundo son migratorios de un modo u otro? En fin.
Personas como este seudoperiodista y sus émulos de hoy son accidentes en la vida de nuestras sociedades, un eructo de los empresarios que le ofrecen tribuna y micro a quien, con comentarios como ese, le aseguran la atención mediática y la propalación de sus detritus verbales que les redituarán pingües ganancias y a quienes no se les mueve un cabello así se refieran a sus madres mientras sigan llenando sus arcas. La clase de huérfanos espirituales, de ruinas humanas que menosprecian a otros solo por ser distintos que denuncia esta bellísima película. Nunca como en La profesora de historia el racismo y la xenofobia fueron tan bien retratados como denunciados. No es casual que hoy haya deseado, casi como un imperativo, empezar el día viéndola.
¡Qué tengan buenas lecturas!