Leer Guerra y paz, otra vez (#162)
Cuando era estudiante de primer año de secundaria tuve la buena fortuna de tener por profesora de literatura a una señora con un exquisito gusto literario. Como profesora no se conformó con cumplir el programa escolar, sino que además nos dio a leer a clásicos universales que no figuraban en él, a autores reservados para las aulas universitarias. Más allá de cualquier exigencia burocrática, nos hizo leer bastante y a los mejores. Fue gracias a ella que leí los primeros relatos de Tolstói, Dostoievski y Azorín, y fue también en esta época que empecé a formar mi biblioteca.