El covid primero y obligaciones laborales después han impedido que actualice este sitio durante poco más de dos semanas como había prometido cuando lanzamos el primero de estos boletines. Dos semanas en las que los libros, la política o los lamentables resultados electorales no pudieron obligarnos a escribir un par de líneas. Como, dije obligaciones laborales (la corrección de dos libros y la elaboración del borrador de una tesis que me encargaron) han podido más que mis deseos de escribir. Si cabe una disculpa, se las extiendo. Pero lo verdaderamente sorprendente ha sido lo ocurrido durante esas dos semanas.
Para empezar, el crecimiento exponencial de suscriptores. A la fecha, son casi mil los que se han suscrito a este boletín (890 para ser exactos, casi 400 más durante esas dos semanas de silencio absoluto), y lo más probable es que la próxima semana alcancemos esa cabalística cifra, lo que nos obligará a poner orden en la casa. Asimismo, nuestra cuenta de Twitter es la única que se ha mantenido activa (bastante, por cierto) en esas dos semanas. Hoy contamos con ¡26.000 seguidores!
Hasta ahora he publicado cuando podía (es decir, sin orden ni concierto) y cuando me llegaba algún nuevo libro y el entusiasmo me lanzaba a la máquina a escribir con una mano mientras con la otra sostenía el libro sobre el cual pergeñaba unas líneas. Eso, ahora lo sé, debe cambiar. Debemos imponernos cierta disciplina y organización que a mí me facilite la escritura y a ustedes la lectura de este boletín. Esto, por un lado.
Por otro, medio en broma, medio en serio, también debo replantear la existencia misma de este boletín tal como está; es decir, de hacerlo rentable si quiero persistir en él. Porque eso de colocar un botón de donación puede resultar frustrante en muchos sentidos. Esta es una lección mal aprendida de la experiencia con los blogs. Cuando empecé con ellos, elegí la plataforma más sencilla de usar sin reparar si ofrecía las herramientas necesarias para monetizarlo o administrar la publicidad. La que elegí si las tenía, pero entregaba el control total de esta a la plataforma misma. O sea, cero ganancias para uno (como saben, las plataformas solo hacen efectivo los pagos a los dueños de los sitios a partir de cierta cantidad mínima mensual. Al no alcanzarla, la cuenta vuelve a cero cada principio de mes perdiendo lo poco que pudiera haber entrado). Cuando busqué la que utilizo ahora para este boletín me cuidé bastante de elegir una en la que el control de la monetización lo tuviera yo y no la plataforma. En lo que no reparé es que ese servicio (distinguir el contenido entre suscriptores gratuitos de los de pago) no estaba disponible para nuestro país. Craso error. Por eso, no se sorprendan si un día de estos nos mudamos de plataforma y empezamos todo de nuevo. Así es la vida.
Si cuento esto es porque lo considero un servicio público: si piensan emprender una newsletter personal o para su negocio, y esperan ganar un dinero con él, asegúrense de que los servicios de pago por suscripción estén disponibles en su país.
Ahora, basta de tanta cháchara personal y ¡pasemos a los libros!
Bla, bla, bla...