Procuro ser todo lo organizado posible en mi trabajo, por eso llevo una agenda escrupulosa de las cortesías que me llegan para así poder programar las reseñas o saber cuándo alguna lleva ya retraso. Por eso sé que el día 11 de marzo Planeta me envió Baumgartner, la última novela, el último libro que Paul Auster escribió. Es un día que recordaré para siempre en el calendario, porque ese día también me enteré de las circusntancias en que fue escrito, del significado profundo que la obra entrañaba y de lo que podíamos esperar después de acabar su última página. Literalmente, su última página. Lo peor acaba de ocurrir. Paúl Auster ha sucumbido al cáncer que lo aquejaba y que lo llevó a anunciar su retiro de la literatura para atender su propia salud. Ha sido demasiado pronto, y aunque todos sabemos las noticias que podemos esperar del país de 'cancerlandia', como se refirió a su enfermedad el propio Auster, ha sido demasdiado pronto, un abrupta noticia. Una que aún no encajamos. Puede parecer puro sentimentalismo esto último que decimos, pero en realidad no lo es. Hay que haber leído a Auster para saber y entender cuántas vocaciones inspiró, cuántos escritores se formaron a la sombra de sus libros, cuántos lectores le debemos la sencillez, jamás simpleza, de sus tramas o sus temas para saber que no estábamos solos o imaginar que él observaba desde un microscopio la cotidianeidad de nuestras vidas que luego trasladaba a sus libros. Solo alguien que ha leído El Palacio de la Luna sabe porque digo que se le va a extrañar. Y mucho.