Prejuicios (#133)
¿Qué sucede cuándo dejamos que el prejuicio se inmiscuya en nuestro juicio?
Fallo, error, equivocación, yerro, descuido. Los periodistas, como cualquier ser humano, no estamos exentos de cometer alguno (y aquí hemos dado sobradas pruebas de ello). Pero no se confundan. Una cosa es deslizar o reconocer un error y otra muy distinta aprovechar la tribuna que nos ofrece un medio (o, como en este caso, la plataforma de una red social) para, más que deslizar exhibir orgullosamente un prejuicio, ya sea éste de clase, religión o ideología.
Aquí mismo, por ejemplo, he reseñado negativamente libros o películas y no recomendado su lectura o visión, y en cada caso he dado los argumentos, las razones para descalificarlo. Pero nunca estos han sido inspirados por una posición política, ya sea de izquierda, de derecha o lo que sea, sino por las cualidades artísticas de lo reseñado. Cuando metemos la ideología o la política en la crítica, entonces ya no hacemos periodismo sino política, y desde ese punto de vista todos tenemos derecho a ejercer nuestro derecho a manifestar nuestras ideas políticas. El problema está, como dije, cuando tampoco es política lo que hacemos sino una lamentable exhibición de prejuicios (y además con un pobrísimo arte periodístico).
Lo que más me sorprende de estas posiciones o 'críticas’ es la manera tan descuidada y torpe como descalifican sus responsables esas mismas posiciones políticas o ideológicas. Siendo tan orgullosamente 'libertarios', deberían ser los primeros en defender el derecho, la 'libertad' de cualquier ciudadano no solo a producir el objeto o producto artístico que desea sino, y más importante, a que el Estado patrocine su arte, el de cualquier peruano. Afirmar lo contrario ya no es 'libertad' sino totalitarismo: debes pensar y sentir (el arte es puro sentimiento) como yo, sino estás mal.
Los 'zurdos', como los fujimoristas o cualquier otro ciudadano, no tienen menos derechos que otro peruano a recibir la ayuda del Estado que todos reciben o deben recibir. Descalificar una película por esto es absurdo, antilibertario por aquello máxima volteriana de que no hay máxima expresión de libertad que defender la libertad del otro. Lo contrario, insisto, es tener vocación por el autoritarismo, el totalitarismo y el pensamiento único.
Otra máxima expresión de libertad es la elección, el elegir. No te gusta lo que ves o lees, no lo veas, no lo leas. Así de simple. El mayor acto de censura o descalificación, de rechazo de parte a quienes va dirigida esa película o un libro son las salas de cine vacías y los ejemplares en las estanterías de las librerías acumulando polvo. Del mismo modo que salas repletas y ediciones agotándose, un indicativo de que la obra artística expresa un sentimiento colectivo, masivo. Tal vez es esto, y no las cualidades artísticas de una película o un libro, lo que molesta tanto a tantos.
Y en esto radica todo el problema. Tanto hígado y tanto prejuicio.
¡Qué tengan buenas lecturas!
Bueno, estoy en total desacuerdo, es la negación total de la política. La política, al igual que la vida, es agonística. Negar su carácter de antagonismos es elegir un bando. El lado del más fuerte. Censurar el fascismo es abrir un nuevo campo de lo posible, un campo de libertad y políticas contra la muerte. Repiense en qué lado se sitúa, incluso la estética más desinteresada aún habla sobre un cuerpo político.