Los eunucos inmortales y Llamada perdida regresan en nuevas ediciones (#273)
Tres décadas después de su publicación, la novela de Oswaldo Reynoso vuelve a las librerías junto a las crónicas de Gabriela Wiener en sendas ediciones conmemorativas.
Minieditorial
Atentos a las noticias que nos vienen desde el otro lado del mundo, que aparecen anunciar un conflicto a las que no serán ajenos ninguna región del planeta (haciendo realidad la hecatombe nuclear que tanto anuncian novelas, películas y mesías religiosos), resulta inevitable toparse en todos lados (¡son una plaga!) con los comentaristas de lo obvio, los especialistas en todo (los que ayer lo eran en la historia de los papas, hoy lo son en Medio Oriente) y los que solo saben sembrar odio, mentiras y prejuicios. No crean todo lo que leen o escuchan en las redes sociales. Mejor, mientras podamos hacerlo, leamos un buen libro. Como estos dos que hoy comento.
Un clásico moderno
Cuando Los eunucos inmortales se publicó por primera vez en 1995, Oswaldo Reynoso había ya regresado de una larga estancia en China donde residió más de una década, escribió bastante y, como vemos en la novela, fue testigo en primera línea de la historia. Así que, además de conmemorar los 30 años de su publicación, la nueva edición que acaba de publicar Penguin en su sello Alfaguara, devuelve para algunos y descubre para otros, un título fundamental en la bibliografía de un autor que es, asimismo, fundamental en la narrativa peruana del siglo pasado. Más aún, nos devuelve un libro que merece más lectores de los que tuvo en su momento. Tal vez esta edición, que podemos calificar de definitiva, logre la atención que no tuvo hace treinta años una obra que, lo intuíamos entonces y ahora lo sabemos con certeza, es sencillamente magistral.
Aunque Los eunucos inmortales tiene como eje central las protestas estudiantiles de junio de 1989 en la plaza de Tian’anmen, en el centro de Beijing, reclamando reformas democráticas, libertad de prensa y el fin de la corrupción gubernamental (los eunucos del título), la novela es mucho más que la crónica de esos días, más que un testimonio de primer orden de un suceso que acabó en un baño de sangre. En esta novela, me aventuro a decir, Reynoso logra el mayor dominio de su arte narrativo, un ejercicio memorístico en el que arrastra al lector de modo hipnótico y una de las reflexiones más lúcidas en la literatura peruana sobre la búsqueda de la identidad. Y, sobre todo, una novela sobre el desencanto político y la importancia de los lazos amistosos en la que el lenguaje es el otro gran protagonista.
Irreverente, desenfadada y mortalmente honesta
Una vez me sucedió algo curioso. Un amigo, al que se le presentó un viaje de estudios que no podía rechazar, me pidió que lo reemplazara durante tres semanas en su curso de Periodismo Político en una conocida universidad particular. Por supuesto, acepté gustoso porque nunca había dictado esa materia y tenías ganas de compartir lecturas y técnicas nuevas con alumnos de periodismo. Cuando mi amigo volvió a su cátedra se enojó muchísimo conmigo. Me dijo que había arruinado a sus alumnos con temas y lecturas que nada tenían que ver con su curso y que ahora todos querían ser cronistas, pronunciando esa palabra como quien repite una palabrota. El motivo de su enojo fue que, durante esas tres semanas, sus alumnos y yo trituramos, desmenuzamos, leímos al revés y al derecho Llamada perdida de Gabriela Wierner.
Entonces y ahora sigo pensando que el enojo de mi amigo fue injusto. Si algo debe aprender un redactor, uno bueno de política o cualquier especialidad periodística, es a escribir bien, a transmitir de modo tan inequívoco como cautivante, su mensaje, la historia que quiere contar. Y en ese sentido, el libro de Gabriela Wiener es una de las mejores lecciones de escritura periodística que conozco. La irreverencia y honestidad de los ensayos y crónicas que componen el libro es, además, una que deberían aprender quienes informan sobre la política cotidiana que requieren mucha irreverencia y honestidad para ser transmitidas al público. El libro es, de la primera a la última página, impertinente, cínico, sumamente divertido (tal vez el tono con el que deberíamos informar sobre nuestros políticos que ya han agotado nuestra capacidad de enojo). La intimidad de la que hablan cada uno de estos textos es una que lo subvierte todo, y por eso mismo resultan tan atractivos, tan sugerentes. Tan edificantes. Pero es, sobre todo, uno de los libros de crónicas mejor escritos del periodismo peruano de los últimos años. Esta edición que tengo en mis manos es una revisada y ampliada y, por lo mismo, casi nueva. Así que les dejo la recomendación imprescindible de su lectura. Por cierto, mi amigo aún no me habla.
¡Qué tengan felices lecturas!