Relatos de abogados (#029)
Aunque tuvo su momento de auge y esplendor en la primera mitad del siglo XX, la entrevista, como género, es tan antigua como el periodismo; y como artefacto literario, tan interesante y cautivante como una buena novela. Todo depende de quién esté a uno y otro lado de la grabadora. Grandes entrevistadores han sido Rudyard Kipling, H. G. Wells, Emil Ludwig, la Fallaci, Rosa Montero, esta última una escritora y periodista que tiene algunas de las mejores entrevistas de la segunda mitad del siglo XX. Veintiocho de ellas las reunió en el libro El arte de la entrevista. 40 años de preguntas y respuestas, que publicó el 2019, que es una de las mejores antologías sobre el género (además de servir como manual; uno mejor, incluso, que el famoso libro de Hugh C. Sherwood). Pero, sin duda, la mejor escuela del género lo constituyen los dos soberbios tomos que Acantilado publicó con las entrevistas a decenas de escritores publicadas en The Paris Review entre los años 1953 y 2012. Casi 3000 páginas del mejor periodismo.
Aquí también hemos tenido grandes entrevistadores que van desde Abelardo Gamarra, El Tunante, y Abraham Valdelomar, hasta Alfonso Tealdo, Mario Campos y Manuel Jesús Orbegoso, sin dejar de mencionar a los más recientes César Hildebrandt, Jaime Bayly o Fernando Vivas. El gran Willy Pinto Gamboa publicó en 1988 una breve antología que va desde el siglo XIX hasta los años 80, lo que en buena cuenta significa que hace rato que necesitamos una más actualizada. Y algunos de los mencionados han reunido las mejores que han realizado en sus largos años de ejercicio periodístico (como César Hildebrandt, que se ha reeditado dos veces recientemente). Un caso poco común es el que representó Rajes del oficio, un conjunto de diez entrevistas realizadas por Pedro Salinas a igual número de periodistas reflexionando, rajando y burlándose sobre el oficio. Tuvo tanto éxito que se hizo un segundo volumen con otras diez tan divertidas e ilustrativas como las primeras. Este es el modelo, más o menos, que sigue Relatos de abogados, de Eduardo Abusada Franco y Luis Fernando Castellanos. Un libro con todos los defectos de la obra primeriza, pero uno, definitivamente, que hay que leer.
Lo primero que hay que decir a favor del libro es que la elección de los diez entrevistados, los diez abogados que responden a las preguntas sobre sus años formativos, el descubrimiento de la vocación por la profesión, el ejercicio profesional, la inclinación por la docencia, ha sido más que acertada. Si se me pidiera elegir a cuál de ellos reemplazar y por quién, no sabría a quién elegir. Desde este punto de vista, no se me ocurre de qué otro modo podría ser distinto el libro para ser mejor. Esto, como dije, es el mayor de sus aciertos. ¿Y cuál sería, entonces, el mayor de sus desaciertos? Pues, a mi modo de ver, el de presentar como nuevo un libro que tiene diez años de antigüedad. Que se advierta de esto a los lectores en la presentación (o se le sume dos entrevistas hechas recientemente) no le resta cierta sensación de frustración si, teniendo el cuento lo anterior (es decir, a quiénes se ha entrevistado), esperábamos mucho de un libro que inquiere sobre su desempeño profesional a quienes han alcanzado una notoriedad por ese mismo desempeño en la política, los medios de comunicación o el ejercicio docente. Porque, como todo buen libro de entrevistas, estas dicen mucho de sus entrevistados, como esperamos los lectores, pero no todo lo que debieran. Todo lo que nos interesa saber de ellos, por esa enorme brecha que significan diez años de distancia, queda fuera de este libro, le es ajeno. Dicho de la manera más criolla posible, nos dejan con las ganas. Ese, me parece, es un grave error.
La entrevista a Lourdes Flores, por ejemplo, por ese lapso transcurrido, deja en el tintero grandes temas, polémicas mayúsculas y actuaciones en acontecimientos en los que, nos guste o no, Flores tuvo un papel relevante en la historia. Esta misma entrevista es la que pone de manifiesto otra falencia del libro, y es la excesiva docilidad, la casi veneración conque tratan a sus entrevistados. En esta misma entrevista a Flores, se menciona el caso Cataño (narcotráfico) que ella defendió y por el cual fue muy cuestionada, pero faltó cierto grado de provocación en unas repreguntas que brillan por su ausencia, más aún cuando la entrevistada no dice nada nuevo que no haya dicho antes. Ese es un defecto que tienen casi todas las entrevistas: saber repreguntar cuestionando las respuestas que ha dado el interlocutor.
Con todo, como dije, incuestionablemente se trata de un libro interesante y entretenido de leer. Pero pensando en una segunda edición habría que actualizar muchas de las entrevistas, corregir ciertos párrafos que conservan el lenguaje coloquial de las mismas (y que un buen corrector habría detectado en la transcripción) y mejorar las ilustraciones (que me parecen casi infantiles). De ese modo estaríamos ante el verdadero librazo que realmente es.