Todos somos El Cuy (#191)
Soy de los que creen (y practican) que no hay que estarse pronunciando por todo lo que sucede o acontece en el país. A veces, el compartir un comunicado, una noticia o una simple viñeta expresa la posición o de parte de qué o quién se está cuando hay que tomar partido.
En el reciente caso del maltrato y desaire sufrido por el artista gráfico y escritor Juan Acevedo, instituciones y personas de todas las esferas de la sociedad peruana ya han expresado su repulsa a tan bochornoso hecho. No hay mucho que agregar a eso, salvo señalar que entre todas ellas el comunicado publicado por los trabajadores de la Casa de la Literatura Peruana es el más importante (y valiente) de todos por cuanto pone de manifiesto que la entidad organizadora del Premio que se le ha negado a Acevedo no es responsable de tan arbitraria decisión sino que esta viene de más arriba.
Lo que sí hay que decir, recalcar una vez más, es que se le ha negado (retirado en realidad, porque ya se le había concedido) el premio a quien lo merecía incuestionablemente. Cuando en noviembre pasado, tras la publicación de El Cuy. Todas las tiras, desde que nació hasta ahorita, decíamos que se trataba de un acontecimiento editorial en toda regla, por exagerado que pudiera sonar. Me reafirmo en ello.
Y lo hago porque la publicación de todas las tiras de El Cuy representa, ante todo, la de un documento histórico, el testimonio veraz y fidedigno de una época turbulenta para este país. Una marcada por la violencia, la guerra sucia, el terrorismo, una corrupción galopante que hoy nos parece ínfima comparada con la que actualmente carcome a los principales poderes del Estado.
Hay que haber vivido esos 80, el azote del terrorismo en su máxima expresión, el primer gobierno de García (otro azote igual de infeliz recuerdo), para entender lo que esa publicación representa y, por extensión, porque se le escamotea el reconocimeinto que ha merecido: porque es historia y testimonio. Y la historia como la documenta Juan le resulta incómoda a algunos. Así de simple.
¡Qué tengan buenas lecturas!