Tres lecturas sobre la Revolución francesa (#110)
Tres libros sobre la Revolución francesa que son, a su vez, tres modos de encararla.
A propósito de libros sobre la Revolución francesa, alguien me pregunta con cuál de los 16 libros sugeridos empezar. Decisión difícil, pero en definitiva le recomendaría uno de estos tres: Ciudadanos. Una crónica de la Revolución francesa (Debate, 1989), de Simon Schama; Las furias. Violencia y terror en las revoluciones francesa y rusa (PUZ, 2000), de Arno J. Mayer; y El nacimiento de un mundo nuevo. Historia de la Revolución francesa (Galaxia Gutenberg, 2019), de J. D. Popkin, tan distintos uno de otro y tan bien logrados los tres.
Ahora bien, hay que decir que el de Jeremy D. Popkin supera largamente a los dos primeros, incluso al de Mayer que es más logrado, más analítico que el de Schama. ¿Qué hace al libro de Popkin superior al de estos autores? Desde el punto de vista historiográfico, en que es el más equilibrado de los tres. Y con equilibrado no quiero decir que se ande con medias tintas ni nada por el estilo. Sino a que, sin rehuir ningún aspecto o problema que suscita el tema, se refiere a ellos sin caer en juicios condenatorios o que, recargando demasiado las tintas, induzca al lector a ello. Sin restarle méritos, el libro de Schama resulta en ocasiones demasiado descriptivo (tal vez obedeciendo al título de este); incluso para alguien que aprecia una buena prosa como yo, mortifica un poco los largos rodeos que hace en aspectos o personajes que son parte de la historia que cuenta, sí, pero a los que dedica excesivas páginas. Pero lo que más me molesta de su libro es lo que él llama (condena, sería mejor decir) la “normalización erudita del mal” para referirse a obras de otros historiadores que no recargan la tinta como él lo hace. Con todo, como dije, no desmerece un libro que, pese a sus casi mil páginas, se lee con deleite y soltura. El de Mayer, en cambio, sí resulta analítico (bastante diría yo), al punto que es lo que más distingue su libro del de Schama. Pero su análisis parece, a veces, un juicio de la historia, el dedo de Dios acusando a los revolucionarios de ayer o de ahora por las “bacanales de sangre” que toda revolución conlleva. Un libro fascinante que no ahorra detalles gráficos o mínimos para describir un terror político del que abominamos todos, y él más que nadie.
Frente a ellos, Popkin ofrece una obra maestra de historiografía, una lección de tratamiento e interpretación de las fuentes en los que la exposición de estas no rehúye nada (mucho menos el análisis), y sin embargo podemos nosotros mismos concluir lo que estas nos dicen. Un ejemplo de todo lo dicho lo constituye el capítulo que dedica a las matanzas masivas de setiembre de 1792, el punto de quiebre en la historia de la Revolución y en la historiografía sobre ella, y que son tan distintas en los tres autores citados. Basta leer este solo capítulo para descubrir (o entender) al historiador que estamos leyendo. Uno que combina erudición, inteligencia y honestidad hacia el lector de un modo que resulta un libro que no es despiadado con nadie, pero sí duro con todos, que expone con claridad sus conclusiones pero que nos invita inmediatamente a sacar las nuestras. Una obra que es, para decirlo en una palabra, una fiesta de la inteligencia.
¡Qué tengan buenas lecturas!