Universidad Católica publica estudio sobre trato dado a la comunidad japonesa en el Perú durante la Segunda Guerra Mundial (#016)
Basta revisar la bibliografía de Los desterrados: la comunidad japonesa en el Perú y la Segunda Guerra Mundial (Lima: Fondo Editorial PUCP), para confirmar que los estudios específicos sobre el denigrante trato dado a los integrantes de la comunidad japonesa en el Perú durante la Segunda Guerra Mundial son realmente escasos, por no decir inexistentes si obviamos las menciones que a este episodio se hace en los libros conmemorativos sobre la inmigración japonesa al país, los cuales sí abundan. En ese sentido, el trabajo de Luis Rocca Torres no solo viene a confirmar lo dicho sino también a completar el capítulo faltante en la historiografía peruana sobre el siglo XX, el de la historia de los japoneses radicados en el Perú y deportados a campos de concentración en Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial. Se trata, pues, de un trabajo tan esperado como sólido, bien documentado y con el aporte fundamental de testimonios personales que le confieren un hálito especial a este libro que echa nuevas luces y datos sobre la tragedia que se cernió sobre un grupo humano y la enormidad de esta que se estimaba en menor grado. Una enormidad tanto en número como en su alcance continental.
En esta línea de argumentación, el aporte de Rocca Torres es igualmente enorme. Aporta, como se ha dicho, nuevos datos, rectifica cifras, esclarece incógnitas y pone de relieve aquello que ayer fue minimizado o simplemente invisibilizado. Como afirma el propio autor en su Introducción, le ha puesto nombre y apellido a quienes tan solo eran una cifra en los informes oficiales, en la documentación existente. Familias rotas, mujeres vejadas, niños separados de sus padres, una ignominia que en las páginas de este libro encuentra una reivindicación, una deuda histórica pagada en parte. Si alguna vez oyó hablar de literatura comprometida, de historia comprometida, este es un ejemplo de eso sin proponérselo. Porque lo único que se ha propuesto el autor es escribir una historia de nuestro racismo contra una comunidad étnica jamás contada antes. Y lo ha logrado de un modo en que el lector se sienta avergonzado por desconocer o conocer mal esta parte de nuestra historia.
La lectura de este libro es también la comprobación, una vez más, de que la historia hecha de medallas y conmemoraciones, la del discurso y las estatuas egregias, es lo más lejano a una historia real. El capítulo inicial, por ejemplo, con el que se abre magistralmente este libro, dedicado a reconstruir la campaña antijaponesa en el Perú que allanó el camino al clima de hostilidad que facilitó los saqueos, arrestos y deportaciones, fue secundado vergonzosamente por políticos e intelectuales peruanos que hoy pueblan nuestros libros de historia de manera tan venerable como inmerecida.
Una significativa parte del libro (cerca de cien páginas) están dedicadas a reproducir los testimonios de issei (primera generación de inmigrantes) y nisei (segunda generación) víctimas de estas campañas de hostilidad y racismo que derivaron en sus deportaciones a campos de concentración en Estados Unidos. Y por eso mismo, constituyen, tal vez, la parte más importante, la más reveladora de un libro que merece leerse no solo como el gran libro de historia que es sino también como la denuncia, el alegato contra el racismo, el prejuicio y el menosprecio por los derechos humanos del otro que realmente son sus páginas.