Vargas Llosa se despide del periodismo (#112)
Luego de seis décadas como articulista, Vargas Llosa se retira y le dice adiós a su columna quincenal que se publicaba en diarios del mundo entero.
Luego de poco más de sesenta años como articulista, Vargas Llosa se retira y le dice adiós a su columna quincenal Piedra de toque que se publicaba en decenas de diarios del mundo entero (aquí, aparecía en el diario El Comercio). No resulta exagerado, en ese sentido, para quienes las leíamos puntualmente, tener la sensación de que con este hecho es una época del periodismo la que llega a su final. Y un ciclo el que cerramos algunos.
Gran parte de estas columnas de opinión han sido recopiladas en distintos libros y otras con objetivos y resultados diversos, como es el caso de Medio siglo con Borges (2020) o Un bárbaro en París (2023), sólo por mencionar los más recientes, que en esencia reúnen tanto sus columnas como conferencias, ensayos o textos de diversa procedencia. En 2012, Galaxia Gutenberg intentó, con Antoni Munné como editor, reunir el conjunto de este corpus periodístico en tres tomos de sus Obras Completas, pero fue un intento fallido como explicaremos. Nuevamente, y con mejores resultados una nueva edición de su obra periodística, esta vez a cargo de Carlos Granés, apareció con el título de El fuego de la imaginación. Libros escenarios, pantallas y museos (2022). De todos ellos, sin embargo, guardo especial recuerdo de Contra viento y marea (1983), la primera de esta larga lista de publicaciones.
Contra viento y marea fue, con toda seguridad, no solo la primera sino la mejor selección de toda la producción periodística de Vargas Llosa, la que muestra al periodista de prosa vigorosa y precisa que lo caracterizaba (no olvidemos que su incursión en el periodismo fue a sus tempranos 15 años) y en la que los temas que trataba, ya fueran literarios, sociales o políticos, lo hacía tanto con inteligencia como con una amplia cultura e información que ponían de manifiesto al escritor de fuste detrás de cada texto, con una honestidad y compromiso con las ideas que profesaba que rayaban en lo quijotesco, en una tolerancia e idealismo que sentó escuela en los grandes columnistas que leemos en la prensa de hoy.
Pero hay una razón fundamental para que este libro sea mi preferido, antes que la sentimental. El Vargas Llosa de Contra viento y marea es otro, uno muy distinto al que hoy escribe y piensa y en ocasiones denuesta a quien no piensa (o vota) como él, uno que ha cambiado la frase discordante (pero tolerante) por la furibunda y kilométrica. Leyendo este libro uno se da cuenta cuánto ha cambiado el hombre, el artista, el pensador. Por eso me gusta volver a él, a releerlo siempre que pierdo la fe en un buen periodismo. Y con bueno me refiero no sólo a uno bien —estupendamente— escrito, sino a uno que todavía podíamos llamar así. Los textos contenidos en este libro son tan esclarecedores y reveladores de lo que es nuestra profesión y quienes la ejercen en su condición de formadores de opinión, que es lo primero que deberían mandar a leer a los estudiantes de periodismo el primer día de clase en cualquier facultad o escuela que tome en serio su labor formadora. Cómo respondan a esta lectura les revelará lo que pueden esperar de sus alumnos. Además, a mí me gusta releerlo por una razón más de peso todavía: la de ser él mejor recordatorio de un tiempo y una época que, verdaderamente, sí fue mejor.
Como les contaba, los tres tomos de Obra periodística que pretendía ser completa de Galaxia Gutenberg y Círculo de lectores (2012) es un proyecto fallido desde su propia concepción porque, curiosamente, no está completa. Pese a las más de mil quinientas páginas de cada uno de sus tres volúmenes en fino papel biblia, esta magnífica edición viene con el pecado original de tener yerros y omisiones tan ostensibles que con solo pasar los dedos por el índice se percata uno de que ahí falta algo. Y no sólo porque Vargas Llosa siguió escribiendo y publicando invariablemente sus columnas, sino porque lastimosamente el editor responsable incurrió en omisiones imperdonables, más de cincuenta, algunas de ellas conocidísimas.
No obstante, no deja de ser una edición útil ya que constituye el registro, a lo largo de varias décadas, de una obra que ha crecido, transformado y cambiado tanto como nosotros mismos. Como dice el propio Vargas Llosa en la presentación, todo está allí: «Lo que hacía, veía y oía, los viajes y los libros, los amigos y los enemigos, las manías, las fobias, las simpatías y las diferencias, las ilusiones y desilusiones políticas, mis opiniones y rectificaciones, mis aciertos y mis errores, mis encantos y desencantos literarios, y también, y acaso sobre todo, constante y voraz, una pasión infantil por vivir todo mi tiempo hasta los tuétanos».
También, por supuesto, ese estilo inconfundible de párrafos largos y frases subordinadas que podrían desorientar a cualquier lector, pero que en Vargas Llosa se convierte en su marca distintiva. Una forma de escritura periodística tan particular y bien lograda que a mí me sigue intrigando su factura. Columnas que inician con párrafos de hasta diez o más líneas que es lo primero que te enseñan a no hacer en un taller o clase de escritura periodística. Un estilo en apariencia enrevesado y que me inclino a pensar es lo que ha hecho que sus columnas se hayan mantenido vigentes durante tanto tiempo. Eso, además de la honestidad intelectual que impregna a todas ellas. Uno puede estar en total desacuerdo con lo piensa y escribe Vargas Llosa, pero no negarle la honestidad con que lo hace. La ética y búsqueda de la verdad de la que ayer escribía en su última columna, uno las puede comprobar en cada una de estas.
Actualmente Alfaguara se ha embarcado en un proyecto de publicación de la Obra periodística de nuestro Nobel de la que ya ha publicado el primero de cinco volúmenes de que constará este y que se augura promisorio. Este primer volumen, El fuego de la imaginación. Libros escenarios, pantallas y museos (2022), a cargo de Carlos Granés como dijimos, está mejor pensado y mucho mejor elaborado. Ha organizado, para empezar, los textos de manera temática (este primero está dedicado a la cultura como se desprende del título), rompiendo el clásico esquema cronológico, lo cual puede parecernos un acierto, pero habrá que esperar hasta la publicación del último para juzgar si estuvo en lo correcto. En todo caso este primera entrega es, desde mi punto de vista, un magnífico comienzo. Ojalá se publiquen todos pronto. Así, no extrañaremos tanto al Vargas Llosa articulista.
¡Qué tengan buenas lecturas!