Leer y contar (#157)
Esa obsesión moderna por la cantidad de libros que se lee en una semana, mes o año nos hace perder de vista el bosque por estar contando los árboles.
En una ocasión, en una reunión de amigos y antiguos colegas del diario donde trabajamos los tres que conversábamos, uno de nosotros dijo: «la época en que más leí fue durante mi doctorado, durante la etapa final cuando preparaba la tesis y su sustentación. ¡Leía un promedio de mil páginas semanales!», afirmó. Ninguno de los otros dos puso en duda, en ese instante, lo que afirmaba porque, aunque yo no he hecho un doctorado, pero he corregido varias tesis para ese grado, y mi otro amigo recién empezaba el suyo, y cualquiera vinculado al ambiente académico y medianamente informado sabe que es cierto.
Pero detengámonos un instante en el sentido mismo de la fase. En ningún momento dice que ha leído libros sino páginas, lo cual también es cierto además de lo más cercano a la realidad, porque como candidato a doctor este amigo no solo tenía que leer libros sino también artículos especializados, monografías, informes técnicos, todo tipo de documento útil a su investigación. Cuando alguien pregunta (y me etiqueta para obtener de mí una respuesta), si cuando leo un libro que contiene varios libros, ¿considero que he leído un libro o varios libros? ¿Qué es lo que debo contabilizar? Me parece, sinceramente, una pregunta insustancial, para utilizar la palabra más amable. No es un dilema que me quite el sueño.
En todos los años que tengo como lector, que ya va para medio siglo, puedo presumir de haber leído, aunque sea una sola vez, En busca del tiempo perdido de Proust, en una bonita edición de casi dos mil páginas en papel biblia que me obsequió mi maestro Jorge Puccinelli. O sea, puedo decir que he leído En busca del tiempo perdido, no siete libros de Proust. Aquí no sé cuántas veces, solo sé que han sido pocas, he recomendado la Trilogía Martín Ojo de Plata de Matilde Asensi, no tres novelas de la autora porque entonces podrían haber sido más. De igual modo, en todos los años que me acompaña, y he releído en múltiples ocasiones varias partes de ella, no sé cuántos libros de Azorín contiene unas Obras selectas del alicantino que conseguí con uno de mis libreros favoritos. Y no ha sido mi preocupación, ni antes ni ahora, averiguarlo. Solo sé que puedo decir que conozco bastante bien a Azorín gracias a esta joyita de 1500 páginas de fino papel biblia. Una de mis últimas incursiones en librerías de viejo me permitió conseguir estas Novelas de la Roma clásica en un solo volumen que, reparando en la portada, ni son novelas todas ni están completas algunas (son selecciones de las obras). Entonces, ¿qué leí finalmente? ¿Un libro o cinco libros a medias o tres novelas y dos obras de historia? Una perdida de tiempo ponerse a pensar en eso y no en la experiencia profunda y placentera que significó la inmersión en el pasado romano tras la lectura de estos autores representativos de la antigüedad romana.
Para no hacer más largo este comentario, creo firmemente que cada cual vive la experiencia lectora a su modo y la disfruta según su formación, gusto, provecho o placer que le saque o produzca. Si esto último un lector lo asocia con la cantidad de libros que cree o necesita creer haber leído según la cantidad de tiempo que le demandó el tiempo de lectura, está en su derecho y en su razón de creerlo así.
Lo que también creo es que esa obsesión moderna, tan de estos tiempos de redes sociales (aquí, el dedo acusador apuntado a los influencers), por la cantidad de libros que se lee en una semana, mes o año nos emparenta más con un auditor que con otro lector, con otro loco que no puede pasar un solo día sin haber leído algo, aunque sea un par de páginas. Y que lo último que le preocupa es llevar la cuenta de los libros que lee o necesita haber leído. Es la diferencia que existe entre saber apreciar la vista que nos ofrece un esplendoroso bosque en vez de ponernos a contar los árboles que hay en él.
¡Qué tengan buenas lecturas!
En un mundo obsesionado con las métricas, la analogía del bosque y los árboles es genial. ¿Cómo fomentar una cultura lectora que valore más la profundidad que la cantidad?