Post 8M: 27 libros de escritoras latinoamericanas que no podemos dejar de leer (#248)
Una rápida mirada al amplio panorama de la narrativa latinoamericana escrita por mujeres.
Sumergirme este fin de semana en la lectura de los libros de Samanta Schweblin y Guillermo Nugent tuvo consecuencias funestas: no concluí, me olvidé por completo de esta lista que por el Día Internacional de la Mujer quería compartir con ustedes. Pero como nunca es tarde, y a la mujer hay que celebrarla todos los días, aquí les dejo estas 27 (30 en realidad) recomendaciones que constituyen lo mejor, además de un panorama bastante amplio, de la narrativa latinoamericana escrita por mujeres. Por supuesto, faltan muchos títulos, pero es imposible, dentro de ese mismo panorama, recomendar todo lo recomendable y todo lo que hay que leer. He incluido a autoras que me gustan mucho personalmente a mí (14 y 18, v. g.) y que creo que nadie debería dejar de leer, así como las que le gustan mucho a una gran masa de lectores, pero no tanto al suscrito (3 y 4, v. g.), para que vean que intentamos ser imparciales. Hemos procurado, asimismo, que sean obras que estén disponibles para todos ya sea en una buena biblioteca pública, una librería o en Buscalibre. Así que, ¡a leer a nuestras escritoras!
1. Los recuerdos del porvenir (1963), de Elena Garro. Una evocación o rememoración de la Revolución mexicana desde un punto de vista distinto y renovador, descarnado, poético y violento. Garro escribió la que tal vez sea la mejor novela latinoamericana escrita por una mujer de todos los tiempos.
2. La noche de Tlatelolco (1971), de Elena Poniatowska. Un testimonio coral, inteligentemente escrito, sobre la masacre de estudiantes en México en 1968, días antes de inaugurarse los Juegos Olímpicos, lo que pone de manifiesto las tensiones sociales y políticas que aquejaban al país y que el evento trataba de ocultar. Uno de los más importantes libros testimonios de la literatura latinoamericana.
3. La casa de los espíritus (1982), de Isabel Allende. Cuarenta y tres años después de publicada, esta novela, que sigue las peripecias y transformación de una familia de la alta burguesía chilena como un trasunto de las propias peripecias sociales, ideológicas y políticas del país (o como una versión de parte de estas transformaciones a través de la familia), sigue encandilando a una fiel legión de lectores. Aunque a mí nunca me convenciera lo forzado y artificioso de muchas partes de su trama, sería mezquino negarle sus méritos.
4. Como agua para chocolate (1989), de Laura Esquivel. Otra novela que gusta mucho a una gran cantidad de lectores, tal vez con mayor razón que la anterior, debido a ese hábil manejo de los eventos históricos que la autora supo insuflarle a su argumento sin caer en el pastiche de una novela histórica.
5. Ximena de dos caminos (1994), de Laura Riesco. Una de las novelas peruanas más importantes de los últimos treinta años y uno de los títulos fundamentales la narrativa hispanoamericana. Una visión del mundo adulto y sus problemas y conflictos narrados desde la visión de una niña que va descubriéndolo (o intuyéndolo) y con él la violencia, las diferencias sociales, la escritura, la memoria.
6. Puñales escondidos (1998), de Pilar Dughi. Una extraordinaria novela que es mucho más que una crítica al mundo corporativo o de las finanzas, sino un certero retrato de la sociedad utilitarista que el fujimorismo y su década de cambios impuso y la podredumbre que derivó de él.
7. El país bajo mi piel. Memorias de amor y guerra (2001), de Gioconda Belli. Por encima de cualquiera de sus magníficas novelas, yo siempre preferiré sus memorias “de amor y guerra” que ponen de manifiesto de modo magistral no solo el compromiso artístico y literario de la autora, sino también el político y social con su país de origen. Un librazo.
8. Delirio (2004), de Laura Restrepo. Una maravillosa novela sobre el descenso al infierno de la locura de una mujer que es el mismo de un país cercado, agobiado por la violencia, la guerra, la corrupción, el narcotráfico.
9. La sangre de la aurora (2013), de Claudia Salazar Jiménez. La guerra, la violencia, que transforma y destroza a quien la padece, deja en las víctimas huellas imborrables, y en una mujer con más fuerza y hondura como lo de muestran las tres protagonistas de esta obra inolvidable.
10. Siete casas vacías (2015), de Samanta Schweblin. Un conjunto de siete extraordinarios relatos que confirman porqué Schweblin es, indiscutiblemente, la mejor cuentista hispanoamericana del momento.
11. Chicas muertas (2015), de Selva Almada. Se han escrito muchas obras de ficción y de no ficción sobre los feminicidios y la violencia de género en nuestro continente, entre las que destaca esta brillante investigación de la argentina Selva Almada que señaló el camino a otras obras semejantes en distintos países.
12. Nefando (2016), de Mónica Ojeda. Esta novela sobre un videojuego en la llamada internet profunda es, en realidad, un viaje a lo más sórdido del ama humana y exige al lector (o lectora) una entereza para acabarla cuya única recompensa será la de haber concluido una extraordinaria obra a la altura de los grandes maestros del terror. La que le siguió, Mandíbula (2018), no hace sino confirmar este juicio.
13. El nervio óptico (2017), de Maria Gainza. Uno de los mejores libros que haya leído en los últimos años (el suplemento Babelia lo incluyó en la lista de los mejores libros del siglo XXI). Mientras la autora desgrana sus miradas personalísimas (aquí la palabra análisis sale sobrando), sobre cuadros y pintores, va tejiendo, a su vez, una historia personal, familiar, nacional. Un librazo.
14. Temporada de huracanes (2017), de Fernanda Melchor. Una novela dura, violenta, compleja y brillante, magníficamente escrita y estructurada para contar una historia espeluznante que se convierte en una de las más recientes y mejores disecciones del machismo mexicano.
15. Plano americano (2018), de Leila Guerriero. Con Plano americano, Leila Guerriero no sólo redefinió el perfil periodístico, sino que revitalizó el periodismo cultural dotándolo de una frescura y una profundidad que había olvidado en algún momento. Los veintiséis retratos de creadores españoles e hispanoamericanos de este libro (cinco más de la edición original de 2013) constituyen el panorama más completo, profundo y penetrante que se ha escrito sobre nuestro arte de todo tipo y latitud. Un clásico moderno.
16. Todos los cuentos (2018), de Clarice Lispector. Aunque ahora está de moda hablar y leer a Clarice Lispector, hasta no hace mucho era una autora para entendidos y muy conocedores de la literatura brasileña. Hoy sabemos que es una de las voces más importantes de esa literatura y la de todo el continente. Leer a Lispector es hoy por hoy un imperativo para todo lector que se precie de serlo.
17. Desierto sonoro (2019), de Valeria Luiselli. Cualquiera de los libros que ha publicado esta autora mexicana podría figurar en esta lista indiscutiblemente. Todo lo que ha publicado merece ser leído casi como una obligación moral, artística e histórica. Desierto sonoro es, en ese sentido, no solo la mejor prueba de lo dicho sino el mejor ejemplo de la versatilidad de esta autora que utiliza una diversidad de materiales, registros y voces para entregarnos una historia personal o familiar que finalmente es una colectiva. Y de un modo extraordinario. Después de esta novela, mi segundo libro favorita de ella es Los niños perdidos (2016), un ensayo sobe la crisis migratoria que no solo complementa la lectura del anterior, sino que amplifica su universo temático.
18. Nuestra parte de noche (2019), de Mariana Enríquez. Quien etiquete a esta obra solo como una novela de terror se queda corto. Y es que la complejidad, profundidad y belleza (si cabe la palabra) es tal que casi me atrevería a afirmar de que se trata de su mejor y más lograda novela. Un incuestionable referente de nuestra literatura actual.
19. La hija única (2020), de Guadalupe Nettel. En algún lado tengo un borrador sobre siete novelas sobre la maternidad que hay que leer que esta novela de Nettel, precisamente, no me deja terminar. Cada vez que empiezo a revisar las novelas, me atasco en esta obra en la que sus protagonistas cuestionan la maternidad, pero se ven atrapadas en ella del modo más sorprendente (y duro). No leerla es un crimen de lesa cultura.
20. Las malas (2020), de Camila Sosa Villada. Las ‘malas’ del título son un conjunto de travestis (como lo es la propia autora) que, a través de sus historia,, nos cuenta nos acerca a un mundo del que tenemos demasiados prejuicios, escaso conocimiento y mucho que aprender. Esta maravillosa novela, en ese sentido, ayuda muchísimo.
21. Huaco retrato (2021), de Gabriela Wiener. Todo lo que ha escrito y publicado Gabriela Wiener hasta ahora la ha llevado a este magnífico libro que es historia, es crónica, es novela (o escrita como tal porque no lo es), es no ficción, pero por encima de todo es memoria de una país diverso, profundamente racista y en constante conflicto consigo mismo por una identidad que no termina de entender, de asimilar. De todos los libros de esta lista, el que me llevaría a la famosa isla desierta.
22. Geografía de la oscuridad (2021), de Katya Adaui. Los dieciséis cuentos de este libro convierten a su autora en la más sobresaliente cuentista peruana de los últimos tiempos. Cada uno de ellos se lee con la sensación de un redescubrimiento de una zona oculta u olvidada de nuestro ser, una zona que despierta o se revela ante la lectura atenta e hipnótica de cada uno de los relatos.
23. Autobiografía del algodón (2022) , de Cristina Rivera Garza. Aunque El invencible verano de Liliana (2021) haya ganado el prestigioso Pulitzer en la categoría de no ficción, yo siempre preferiré esta novela que es una inmersión profunda en busca de la identidad, definida y amenazada por un presente violento y desgarrador.
24. Por qué volvías cada verano (2023), de Belén López Peiró. Una vez alguien me preguntó qué diferenciaba a una obra escrita por una IA de otra escrita por un ser humano. Le respondí que leyera esta novela: ninguna tecnología por brillante o poderosa que sea podrá transmitir la experiencia, el dolor, el trauma por las heridas del alma, el sinsentido de nuestra inacción o miedo o terror ante el abuso que esta maravillosa obra transmite.
25. La voluntad del molle (2023), de Karina Pacheco. Para mi gusto, la mejor novela de su autora, tal vez por esa modo en que enhebra la historia familiar con la historia de un país aquejado de racismo, violencia, indiferencia, ilusiones perdidas. Un novelón que hay que leer no una, sino varias veces en la vida como perenne recordatorio del país que somos (o queremos dejar de ser).
26. Vida animal (2024), de María José Caro. Diré de esta novela lo que ya apunté antes: lo primero que uno aprende tras leerla es que no hay que escribir 500 páginas para decirlo todo (o decir todo lo que un autor o autora quiere decir) sobre la amistad, el paso del tiempo, el difícil arte de volverse adulto y de que no hay nada más difícil en la vida que un día de nuestras anodinas vidas. Con apenas 150 páginas, esta obra lo dice todo.
27. Madre de Dios (2024), de Andrea Ortiz de Zevallos. Una novela en la que el duelo, el dolor por la tragedia propia y ajena, la rabia ante los crímenes impunes contagia, sublevan al lector. Una obra, en definitiva, que supera la valla de la lectura para entretener para alcanzar la de la lectura para pensar.
¡Qué tengan buenas lecturas!
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