El lugar de la memoria, de Luis Eduardo García (#246)
Por fin, liberado de mi propia regla, puedo hablar de una de las más bellas novelas peruanas de los últimos años.
Tengo por regla general (que procuro no romper) no comentar o reseñar los libros que compro, solo lo hago (estoy obligado) con los que llegan de cortesía. Esto como regla de trabajo puede estar bien y hasta tener su lógica, pero a un lector le puede resultar en ocasiones perjudicial. Esperando (¡confiando!) en que lleguen algunas obras que nunca llegan, me privo de lecturas imprescindibles, títulos novedosos o publicaciones que son el centro del debate y la polémica actuales. Esta espera deviene en un olvido tan involuntario como injusto, pero olvido finalmente.
Hace poco más de dos años, por ejemplo, el poeta, crítico y periodista cultural Luis Eduardo García ganó el XXV Premio de Novela corta Julio Ramón Ribeyro 2022, que auspicia el BCRP, con El lugar de la memoria, una obra que desde que se publicó solo cosecha elogios, aplausos, halagos y, sí, muchos retortijones de envidia. Desde entonces esperé a que aterrizara en mi escritorio para poder hablar de ella, y recién hoy, gracias a eso que algunos llaman suerte, otros destino y yo que Dios existe, la dejaron en mi casa. ¡Por fin estoy liberado de mi propia regla!
Porque, como ya se habrán dado cuenta, la leí apenas se publicó. Bueno, no la leí, ¡la recontraleí! Y es que es una novela verdaderamente hermosa, bellamente escrita, profundamente humana en el retrato de sus personajes de modo que cada nervio de tu cuerpo se ve sacudido por sus páginas, por sus frases, por esa perfecta descripción que hace de la relación de un padre con su hija (cuando la leí por primera vez no podía dejar de rememorar —como seguramente le sucede a todo aquel que la lee— mi propia relación, conflictiva y cercana, con mi hijo), tal vez una de las mejores que se haya escrito en la literatura peruana. Una novela en la que la gran protagonista, la verdadera protagonista, es la memoria y su contraparte, el olvido. Con estos ingredientes construye sabiamente el autor una obra magnífica, imperecedera.
Quien conoce a Luis Eduardo García sabe o conoce que es un periodista cultural de fuste, poeta de versos sencillos, casi musicales y, sobre todo (o tal vez por lo anterior), un cronista cultural de los grandes (lo confirman los tres libros que reúnen sus crónicas y que atesoro en mi biblioteca). O sea, un cronista que ha logrado, alcanzado con la crónica cultural el arte de la miniatura a la manera de Zweig. Pero es El lugar de la memoria por el que pasara a la historia y mañana lo lea una generación de lectores que apenas hoy saben de su existencia. Y se sentirán afortunados de haberlo leído como nosotros también lo hicimos hace poco más de dos años. ¡Cómo pasa el tiempo!
¡Qué tengan buenas lecturas!
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